lunes, 20 de julio de 2009

Ciudad fantasía:1º parte

1º parte
Ciudad fantasía

Érase una vez no hace mucho tiempo en un lugar no muy cercano había un parque de atracciones llamado “Ciudad fantasía”.
Ciudad fantasía era el parque más conocido del mundo en aquella época. Había coches de choque, caídas libres, montañas rusas… en fin, de todo. En ciudad fantasía había atracciones para grandes y pequeños. Ciudad fantasía estaba rodeada por agua por lo que parecía Isla Fantasía, bueno, más que Isla, Islas, porque dentro de Ciudad fantasía había tres pequeñas islas:
-Ciudad peque (0-5 años)
-Ciudad juvenil (6-14 años)
-Ciudad mayor (más de 15 años)
El problema está en que solo pueden entrar las personas con la edad que se marca y los niños pequeños no pueden entrar al parque de atracciones sin los padres.
En la ciudad juvenil había una atracción llamada: “El terror de los mares”.
El terror de los mares era la atracción más visitada de la ciudad. Era un barco donde se apagaban las luces mientras estaba navegando y luego por el mar aparecían tiburones, peces gigantes etc. Y además los asientos se movían hacia delante y hacia tras y todo eso mientras las luces parpadeaban, primero de un color, luego de otro, de otro etc. Y al final de la atracción salían fuegos artificiales y el barco se ponía a dar vueltas descontroladamente y la mitad de la gente salía mareada, pero, cuando bajaban, unos monitores los sentaban y se les quitaba el mareo, pero aunque se marearan, volvían a montarse. Había una cola más grande que 20 jirafas tumbadas juntas.
En Ciudad Fantasía había un niño llamado Samuel.
Samuel era un niño de 10 años, por lo que él tenía que entrar en Ciudad juvenil.
Sus padres lo dejaron a las 10: 00 de la mañana y lo recogerían a las 2:00 de la tarde para comer.
Total Samuel entró en Ciudad juvenil y sus padres en Ciudad mayor.
Samuel se puso en la cola de. “El terror de los mares”.
Estuvo en la cola hasta las 12:00. Cuando ya no podía más le tocó entrar.
Samuel, más nervioso que cuando le dieron las notas, la atracción empezó a andar y Samuel empezó a tranquilizarse.
Como ocurría todas las veces que las luces empezaban a parpadear y las niñas/os empezaban a gritar.
Pero en este caso no se oía a Samuel. Una niña llamada Cristina que estaba sentada a su lado cuando se apagaron las luces y salieron los tiburones y miró a su lado y el asiento estaba vacío.




Continuará

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