lunes, 7 de diciembre de 2009

El pobre

El pobre

Érase una vez un niño llamado Martín. Martín tenía 11 años y era pobre. Él, al ser tan pobre que solo tenía un par de zapatos, dos camisetas y 1 pantalón. Los niños de su clase lo llamaban pobre. Cuando Martín quería jugar al fútbol con sus compañeros, le decían riéndose:
-Si tanto te gusta jugar, cómprate un balón. ¡Anda no me acordaba de que eras pobre!
Y Martín se iba cabizbajo a sentarse bajo la sobra de un naranjo que a él le encantaba y se quedaba allí hasta que sonaba la campana. Nadie sabía lo que hacía allí, solo sabían que se ponía con un cuaderno a escribir, pero solo lo hacía allí. Solo escribía en ese cuaderno debajo de aquel naranjo. Parecía que aquel naranjo era cono su inspiración. A todo el mundo le intrigaba lo que Martín hacía en aquel cuaderno, pero siempre que le preguntaban él cambiaba de tema. No le contaba a nadie nada de ello, solo a su amiga Celia. Celia era su mejor amiga y era muy parecida a él: pobre, con poca ropa y nadie la dejaba jugar, solo Martín. Ella llegaba cuando él estaba en el naranjo se asomaba por detrás y decía:
-¿Hoy tampoco te dejan jugar?-decía Celia-, a mi tampoco me dejan. Y se sentaba a su lado apoyando su cabeza en su hombro para poder ver lo que él dibujaba. Celia era la niña más guapa de la clase: pelo rubio y liso y ojos azules. Cada vez que los niños veían a Celia riéndose con Martín se enfadaban e intentaban mirar para otro lado. Lo mismo le pasaba a las niñas, porque aunque Martín era pobre, también era guapo: rubio con los ojos azules. Y le pasaba lo mismo que a los niños, que cuando veían a Celia con Martín se enfadaban y miraban para otro lado. El árbol parecía su sitio secreto, allí, en el árbol era donde guardaba ese misterioso cuaderno y estaba protegido poro un enjambre de abejas. Un día, Jon, un niño de la clase de Martín y Celia vio que los dos se alejaban hacia la fuente para beber agua, y como había llovido, no había abejas y fue a coger el cuaderno de Martín para ver lo que era y empezó a leer:

“Hoy los niños de la clase tampoco me han dejado jugar, yo, como hago siempre, estoy con Celia debajo del naranjo los niños me miran riéndose, y solo porque soy pobre, y eso no perjudica mi forma de ser. Estoy solo con Celia porque ella me entiende, no como los demás, que se piensan que como soy pobre, soy perjudicial para ellos. A mí no me importa que alguien sea bajo, alto, gordo, flaco, torpe… solo su forma de ser. Y además ser pobre no significa que no pueda ser como los demás o me perjudique en mi forma física ni moral, solo perjudica mi forma de vestir y de tener cosas. Además yo soy muy bueno en fútbol, yo marco muchos goles y me encanta jugar. Todos los días pienso que me encantaría poder jugar con ellos pero no me dejan.”

-¿Qué marca muchos goles?-pensó Jon- eso habrá que verlo.
-¿Qué haces tú con mi diario?-dijo Martín corriendo hacia Jon y arrebatándoselo- ¿Acaso no sabes que es privado?
-Sí, lo sé-dijo Jon-, y gracias a que lo haya leído, como soy el capitán del equipo de fútbol, te dejaremos jugar y pondremos a prueba eso que has escrito de que eres muy bueno.
-Bueno-dijo Celia-, me iré al naranjo.
-¡Espera Celia!-dijo Martín-, creo que como Jon es muy amigo de Patricia que es la jefa del equipo de comba, seguro que te dejan jugar.
Y así fue.
Y todos aprendieron que ser pobre no tiene nada que ver con tener algún defecto.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario